Antiguamente una cárcel de hombres, para el año 1964 paso a
ser un internado e institución para niñas con problemas en el hogar, situación
de calle y pandillas. Algunas de ellas asistían a esta institución como “niñas
externas”, esto es que las niñas iban a la institución únicamente a aprender y luego
regresaban a sus hogares. Este internado era enorme y albergaba a niñas de
diferentes municipios del Valle del Cauca, tales como: Tuluá, Buga, Cali, Buenaventura
y Palmira.
El Instituto se conoce como Rosa Virginia, y sus
instalaciones están ubicadas en la calle 47 No. 31- 64, en la ciudad de Palmira
(Valle del Cauca). Fue creado por las Hermanitas del Buen Pastor.
Doña María Lucrecia Salazar ingresó como profesora de esta
institución en 1966. Ella nos relata que la directora, en ese entonces, era la Madre
Edma. “El ambiente era muy bueno dentro del salón, y la atención del cuerpo
directivo; era bien organizado todo; la estadía era muy buena”, recuerda doña Lucrecia.
Para ese momento el Gobierno era quien brindaba la
alimentación, donde descansar, y se cumplía con las horas de escolaridad,
estaba muy bien administrado. El Gobierno les surtía para que el internado
continuara en funcionamiento. Cuenta doña Lucrecia: “es más, regalaban muchas
cosas a nosotros también; nos daban refrigerio y regalos para los profesores”.
La estructura como tal del establecimiento estaba
distribuida en 2 plantas. En la parte baja se ubicaban el salón de profesores, la
sala, la capilla, el salón de actos, los sanitarios y duchas; en la parte de
afuera la cancha de baloncesto. Y en el segundo piso estaban el comedor, las
habitaciones y cinco salones; este piso estaba divido en dos sectores, la zona
educativa y los dormitorios. En los salones se dictaba clase solo hasta quinto
de primaria.
Solón Convento Rosa Virginia |
De esa época se recuerdan nombres como doña Bertiga Cándelo,
Adíela Torres, Leonor rayo, Eulalia Sepúlveda y María Lucrecia Salazar, quienes
fungían como profesoras del internado junto a las hermanitas (monjas del Buen
Pastor.
Muchas de las niñas al acabar la primaria pasaban a
estudiar bachillerato en instituciones del municipio de Palmira, entre las que
se encontraban la Institución Educativa Técnica Comercial del Valle, más
conocida como el “Politécnico”, que en ese tiempo era un colegio solo para
mujeres; también ingresaban al Liceo Femenino. Muchas de estas niñas, un grupo
de 60 niñas internadas, continuaban viviendo en Rosa Virginia, a pesar de que
estudiaban en otras instituciones, como las ya mencionadas.
Durante las reuniones de padres de familia, a veces se presentaban
situaciones en las cuales se debía prestar mucha atención, ya que había casos
de abuso intrafamiliar. Eran cosas muy delicadas. Para atender estos casos se
hacían encuentros para ayudar a rehabilitar algunas de las niñas de las pandillas,
y mejorar la relación entre las familias. Esto es un papel que no se ve hoy día
en las instituciones educativas.
“Es una lástima que dejaran acabar esta institución tan
buena. Allí habrían podido hacer muchas cosas con ese edificio que era muy
grande. Yo no sé qué paso con el municipio que lo dejo acabar, en lugar de
tomarlo para una universidad o para… para tanta cosa que hay. Pero uno pasa por
ahí y eso está totalmente abandonado. El terreno era muy grande, los salones
eran súper amplios. Allá uno pasaba muy bueno, era fantástico: las obras de
teatro, las misas... Era un sitio muy agradable para trabajar. Era como una
maravilla, un ideal de la educación”.
Luego de prestar un servicio tan importante, entre los años
de 1974 y 1980 el establecimiento fue abandonado. Y desde entonces fue
perdiendo valor e importancia. Tristemente, la historia fue testigo de cómo
cayó en desgracia una de las posibles joyas de la corona de la educación de Palmira,
todo por el descuido de algunos sectores del municipio.
Para muchos este espacio se ha convertido en estadero de
ladrones, vándalos, viciosos y personas en condición de calle. Sin embargo, a
pesar de su evidente deterioro a través de los años, ya que está abandonado,
destruido y desolado, este establecimiento sigue en funcionamiento. Es
utilizado por la Policía del municipio como bodega, sin que esto represente, o
por lo menos no se ve, una recuperación importante para lo que un día fue la institución,
que pasó de ser un importante símbolo de la educación en Palmira para pasar a
ser una zona destruida, abandonada y, para la mayoría de los habitantes del
municipio, un terreno sin nombre, pues muchos no saben qué fue lo que allí
ocurrió.
Después de todo lo anterior, solo nos resta hacernos una
pregunta: ¿la educación del municipio estaría en mejores condiciones si este
establecimiento hubiese sido cuidado de la manera que lo merecía?
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